¿Amazonas o harén?, la historia del cuerpo de guardaespaldas femenino de Gaddafi: “Teníamos que tener pelo largo para ser elegidas”
El 1 de septiembre de 1969, Muammar Muhammad Abu Minyar al-Gaddafi tomó el poder en Libia a través de un golpe militar. Se convirtió, así, en el presidente del país hasta 1977, tras lo cual pa...
El 1 de septiembre de 1969, Muammar Muhammad Abu Minyar al-Gaddafi tomó el poder en Libia a través de un golpe militar. Se convirtió, así, en el presidente del país hasta 1977, tras lo cual pasó a ocupar el rol de “Líder Fraternal” de la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular y Socialista de 1977 a 2011. Ese fue el nuevo nombre que él mismo le asignó a Libia cuando, con la Declaración de Sabha de la Yamahiriya (Estado de las masas), el país se transformó en un Estado socialista. Su rol pasó a ser superior al que ejercía cualquier presidente: el Ejecutivo quedó en manos del Congreso General del Pueblo, y él asumió como “hermano líder y guía de la Revolución”. De hecho, así fue como lo nombraba el pueblo: el Guía.
Gaddafi fue un hombre excéntrico que se perpetuó en el poder durante 42 años. En 2011, el diario estadounidense The New York Times publicó un artículo en el que detallaba algunas de esas excentricidades, que se hicieron conocidas luego de que WikiLeaks, que empezó a publicar documentos clasificados a partir de su creación, en 2006, por Julian Assange, filtrara la información.
A partir de estos, se describió al dictador como una persona extremadamente hipocondríaca, viajaba a todas partes con una enfermera ucraniana. Le gustaban los flamencos. Las carreras de caballos. Temía que su avión volara sobre el agua, y en varias ocasiones sus viajes modificaban, por esta razón, los recorridos. Y, como un punto clave de su nueva política, cargada de hipocresía y sadismo, creó un cuerpo de guardaespaldas compuesto solo por mujeres.
¿Harén o amazonas?En 1978, casi 10 años después de su llegada al poder, Gaddafi impulsó la creación de la Academia Militar de Mujeres en Trípoli, capital de Libia. Con los años, hubo varias idas y vueltas sobre este tema: los Congresos Básicos del Pueblo (CBP), que aparentaban gobernar la Yamahiriya, la rechazaron más de una vez. Pero Gaddafi pasó por alto estas decisiones. Decía abogar por la liberación de las mujeres, por la equidad. Entre algunos de los cambios más importantes que aplicó en este sentido, elevó la edad legal de matrimonio a 20 años, condenó la poligamia y le dio más derechos a las mujeres divorciadas que los de otros países musulmanes.
No era fácil en una sociedad en la que la norma para ellas era la sumisión. Pero, en sus discursos públicos, el dictador justificaba esta nueva postura “feminista”. Hay videos en donde se lo escucha: “Para mí, la recompensa más gratificante es ver a las mujeres de mi país liberadas y fuertes, alzando la voz y el espíritu”. Se escucha, también, el estallido de aplausos y cánticos de quienes escuchaban: “Que Dios cuide a nuestro líder”. Al mismo tiempo, dejaba en claro el rol que estas debían cumplir en la milicia: estar dispuestas a dar la vida por el líder. Era una cuestión de creer fervientemente en su ideología.
Hay otros videos, muchísimos, en donde se ve el entrenamiento en la Academia: manejaban tanques, limpiaban armas, apuntaban kalashnikovs. Fatima Elalem fue miembro de esa guardia revolucionaria, como la llamaban, y en un documental, decía: “Considero que ser guardia de Gaddafi no es solo proteger un cuerpo, sino también la ideología y la filosofía que él representa . Todas las mujeres armadas en Libia son ejemplos de la filosofía o el resultado de esta dentro de la sociedad. Estudiamos El libro verde antes que cualquier otra cosa”.
Muchas, sobre todo las más bellas y las más jóvenes, eran seleccionadas por el “Guía” para que formaran parte de su cuerpo de guardaespaldas. Lo hacía ver como parte de una “revolución cultural”, plasmada en ese libro que nombra Elalem, en donde, entre muchas otras cosas, se asentaban las nuevas reglas para las mujeres. Lo publicó entre 1975 y 1981. Estaba compuesto de tres volúmenes en los que exponía su doctrina. Al referirse a la igualdad, decía, por ejemplo, que la discriminación contra las mujeres “es un acto de opresión sin justificación”. Por otro lado, también planteaba una postura biologicista: hombres y mujeres cumplen roles diferentes, determinados por la biología. El femenino es la maternidad.
En 2012, la periodista francesa de Le Monde, Annick Cojean, escribió El harén de Gaddafi. Historia de una joven y los abusos de poder en Libia. En él cita varias partes de esos discursos en los que Gaddafi planteaba esa “liberación”. En 1981, por ejemplo, dijo: “En la Yamahiriya y la Gran Revolución afirmamos nuestro respeto por las mujeres y levantamos su bandera. Hemos decidido liberar enteramente a las mujeres de Libia para rescatarlas de un mundo de opresión y subyugación, de tal manera que se convertirán en dueñas de sus propios destinos, en un contexto democrático en donde van a tener las mismas oportunidades que cualquier otro miembro de nuestra sociedad . Este llamado va a producir ecos y repercusiones en todo el mundo. Hoy no es un día cualquiera, es el comienzo del fin de una era de harenes y esclavas, y el principio de la liberación de las mujeres”.
Pero no era el final de los harenes.
“Teníamos que ser altas, lindas y tener el pelo largo para ser elegidas”A principios de la década del 80, cuando Gaddafi ya se había autoasignado el rol de “Líder Fraterno” y, sobre todo, de “Guía”, armó lo que la prensa occidental denominó la “Guardia Amazónica”. Solía viajar con, por lo menos, 15 de ellas a todas partes, pero, en total, llegó a haber cerca de 400. En las fotos aparecen siempre a su lado, vestidas con el uniforme militar azul, joyas, maquillaje, pelo suelto. Una imagen que distaba mucho de aquella que occidente acostumbraba a tener de las mujeres árabes. Su nombre real: Haris al-Has.
Lo cierto es que, tras la caída del régimen de Gaddafi, la realidad detrás de este “cuerpo de elite” que cuidaba al Guía empezó, de a poco, a salir a la luz. En un artículo publicado en 2011 por The Guardian se describían las ruinas de los edificios en donde el dictador había llevado a cabo sus actividades. Entre ellos, la Brigada 77, una base de hangares en donde se alojaban algunas guardias femeninas.
La periodista cuenta que vio unas enaguas rosadas entre los escombros, un corpiño negro bajo un recorte de Mickey Mouse, un zapato azul de taco alto aplastado por una viga. Muchas de las mujeres que vivían ahí eran, en realidad, reclutadas por la fuerza. Incluso otras que trabajaban para Gaddafi se encargaban de hacerlo. Fatima Baroud fue una de ellas, a quien las exguardaespaldas le tenían pavor. Era una de las comandantes de la guardia, pero, sobre todo, una de las que facilitaba las violaciones sistemáticas que el dictador llevaba a cabo.
“Teníamos que ser altas, lindas y tener el pelo largo para ser elegidas”, había contado, en su momento, una “amazona” a The Guardian. Eran muy jóvenes: entre 19 y 21 años o menos, casi un trofeo que el líder militar llevaba como parte de su comitiva cuando viajaba por el mundo.
¿Cómo se vincula este uso de las mujeres con esa “liberación” que les prometía? “Hipocresía. Éramos todas sus potenciales presas”, respondió a Cojean una joven que vivió los abusos del militar en carne propia, y a la que nombra como “Soraya” para proteger su identidad.
La realidad detrás de las “Amazonas” era más terrible de lo que la imagen pública mostraba. Muchas de ellas pasaban por las mismas etapas que Soraya: iban a la escuela, Gaddafi las veía en algún evento, sus guardias las buscaban por sus casas, y nunca más las volvían a ver.
Las llevaban de un lado a otro en una especie de convoy. Las vestían con ese uniforme militar que se veía en las fotos, parecían soldados. “Aunque la mayoría no tenía armas —dijo Soraya—. Quizás, pensaba, eran tan soldados como yo”.
Cojean entrevistó a otra exguardaespaldas de Gaddafi, bajo el seudónimo de Libia, que se había unido a las fuerzas en los 70 creyendo en su sinceridad. Habló de la “desgracia” de mujeres que, como ella, “habían cometido el error de unirse a las tropas revolucionarias” en aquellos años. Cojean dice: “Por primera vez, alguien daba un vistazo a la realidad de la vida de las ‘Amazonas’. Alguien dijo la palabra ‘violación’ y apuntó directamente al propio dictador”.
Libia le contó que creía que se estaban rompiendo los tabúes en el país. Dejó el colegio para ingresar al comité revolucionario. Pensaba que se estaban liberando. En 1979, Gaddafi las llamó para que fueran a su residencia de Bab al-Azizia. Ellas lo veían como un honor. Una vez en su presencia, las jóvenes eran desnudadas por otra mujer y empujadas al cuarto en donde esperaba Gaddafi, una especie de modus operandi.
Mientras tanto, afuera del país, las “Amazonas” contribuían a crear esa “leyenda”, ese mito del liberador que se presentaba cual estrella de rock, de pelo despeinado y grandes anteojos de sol. Lo seguían a donde fuera, atraían los flashes de los fotógrafos, fascinaban a los jefes de Estado y a los ministros occidentales.
De esta manera, el dictador libio, se presentaba ante el mundo como el único líder de estado que contaba con una guardia formada enteramente por mujeres. Algo que lo ponía en el foco de la atención y le daba protagonismo. Con ese séquito que lo acompañaba, además, se mostraba como el gran seductor.
La caída de Gaddafi y sus guardiasCuando el 20 de octubre de 2011 Gaddafi fue capturado y asesinado brutalmente en Sirte, su ciudad natal, las “Amazonas” desaparecieron junto con él. Nadie quería hablar de ellas. Ni ellas mismas. Se sabe, por unos pocos testimonios, como los que consiguió Cojean, que esas jóvenes eran, en realidad, sus juguetes sexuales.
La periodista cita a Oussama Jouili, el comandante de los rebeldes que, después de aquel octubre, ocupó el puesto de ministro de Defensa Interino: “Gaddafi las mostraba para llamar la atención y refinar su propia imagen, pero solo era hipocresía. Al mismo tiempo, destruía su propio ejército. ¿Cómo se podía tomar con seriedad a esas mujeres que les daba de comer a los lobos? ¿Quién podía creer que realmente les confiaba enteramente su protección? Afrontémoslo, solo estaban ahí por el show y para entretenerlo en su tiempo libre. Era repugnante”.
En la misma línea se expresaba Ramadan Ali Zarmouh, quien fue presidente del Consejo Militar de Misrata. Hablaba de este grupo como una farsa y un “teatro patético”: “Pobres chicas. Llegaron a nuestras filas creyendo en los discursos de ese bastardo, que las manipuló para impresionar al mundo y satisfacer sus propios deseos. Estaban mal entrenadas, mal preparadas . Las veíamos como víctimas , mientras él se lucía, rodeado de amantes y marionetas sin entrenamiento para defenderlo”.
La caída del tirano se dio en un contexto de levantamientos populares y grupos de rebeldes que se reunieron en el frente llamado el Consejo Nacional de Transición (CNT). Todo 2011 fue un año marcado por los enfrentamientos y la persecución de Gaddafi, quien, negado a entregar el poder, se escondió en Sirte. Ese 20 de octubre, los rebeldes lo encontraron escondido, junto a uno de sus hijos, dentro de alcantarillas de concreto que pasaban por debajo de una ruta. Lo golpearon, lo empalaron y lo ejecutaron.
Así caía el dictador y su régimen. Y así, con ese final, quedaba oculto el destino de la mayoría de esas jóvenes que, bajo la fachada de soldados y guardaespaldas, vivieron un calvario de años de abusos. Cojean da un último dato, igual de atroz: “Muchos de los cuerpos que se encontraron en Bab al-Azizia parecen indicar que varias fueron asesinadas en agosto, en las últimas horas del régimen. Ya no le servían al guía, que se escapó desesperado”.