Julio Cirino (Ilustración de Osvaldo Révora) Los dos tipos tomaban café en una confitería de Palermo. Uno de ellos concitó la atención de la clientela. Era Horacio García Belsunce, periodista en canales de cable, pero más conocido por ser hermano de la malograda María Marta. El otro, sin gozar de semejante popularidad, tenía de cierto prestigio en pequeños círculos de la derecha vernácula por su condición de especialista en asuntos de Defensa y Seguridad. Su nombre: Julio Alberto Cirino. Esa misma noche –corría el 30 de octubre de 2008–, ambos acababan de participar en el programa “De Frente”, que conducía una tal Malú Kikuchi en la señal Telamax. Allí hablaron de las elecciones en los Estados Unidos que se celebrarían el martes siguiente. Al respecto, Cirino fue elocuente:–Los norteamericanos saben que si le dan el voto al negro, será el inicio de una tragedia histórica.El “negro” era Barack Obama. La conductora -madrea de Carlos Kikuchi, quien años después sería uno de los «inventores» de Javier Milei como figura libertaria, asimiló la frase con un rictus aprobador. Ahora, tras pedir otra ronda de café, Cirino continuaba enfrascado en el mismo tema y García Belsunce se deleitaba con sus apreciaciones. Luego, al despedirse, quedaron en verse la semana entrante. Sin embargo, razones de fuerza mayor lo impidieron: al caer la tarde del 6 de noviembre, aquel individuo de rostro mofletudo y expresión adusta salía con pantalones cortos y buzo de un gimnasio situado en la avenida Pueyrredón al 1700, cuando se interpusieron en su camino seis hombres con credenciales de la Policía Federal. Ese mismo jueves fue a parar al penal de Marcos Paz.Tuercas y tornillos Casi tres décadas antes, durante la tarde del 7 de agosto de 1979, el consejero político de la embajada norteamericana en Buenos Aires, William Hallman, y el oficial de Seguridad Regional, James Blystone, mantuvieron en aquella sede diplomática una reunión secreta con un agente de enlace del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército. Su alias de cobertura: “Jorge Contreras”. El tema tratado en esa oportunidad fue la situación por la que atravesaba la denominada “lucha antisubversiva”.“Contreras”, quien se presentaba como jefe del Grupo de Tareas (GT) 7, dijo que antes había encabezado una sección dedicada “al estudio de chinos y rusos”. A continuación, consideró que el aparato represivo del régimen militar era “un entramado muy complejo, formado por entes secretos y superpuestos”. Calculaba que, por esos días, el 80 por ciento de los centros clandestinos había dejado de funcionar. Y anticipó que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) –la cual en un mes visitaría el país para verificar denuncias– “no va encontrar más que paredes vacías, puesto que habían sido remodelados para no ser reconocidos”. Aseguró que “las desapariciones bajaron de manera brusca a partir de 1978”, aunque no dudó en admitir “operaciones sin permiso o conocimiento superior”. En este punto, hizo una aclaración: “Si se secuestra a la persona buscada, se publicita; pero si traen a una ama de casa o a la …