El respaldo de Estados Unidos en perspectiva histórica
El respaldo económico que otorgó Estados Unidos a la Argentina es inédito y tiene escasos antecedentes. Entre otros puntos, debido a que las cuestiones sudamericanas no han estado entre las prio...
El respaldo económico que otorgó Estados Unidos a la Argentina es inédito y tiene escasos antecedentes. Entre otros puntos, debido a que las cuestiones sudamericanas no han estado entre las prioridades de la potencia del norte.
Ante la realidad del respaldo, se suscitaron innumerables opiniones, que en su gran mayoría lo atribuyeron a los intereses geopolíticos de Estados Unidos por su disputa con China y a la necesidad de contar con un aliado en Sudamérica que contrapese visiones políticas de izquierda. También se aludió a la excelente relación personal e ideológica entre el presidente Trump y el presidente Milei, siempre utilísima en política exterior, pero que, de por sí, no bastaría para explicar ese respaldo de no mediar aquellas consideraciones geopolíticas.
Como suele suceder en estas circunstancias, esos mismos analistas que se esfuerzan por comprender qué beneficios obtiene el presidente Trump, no se detienen a pensar cuál debería ser el interés estratégico de nuestro país y se limitan a repetir que el Gobierno buscó un salvavidas de corto plazo para evitar una corrida cambiara. Esta mirada es real pero insuficiente y de muy cortas miras. A mediano plazo existe otra perspectiva que no se ha analizado y que aquí cabe plantear.
Un grave y crónico problema de la Argentina ha sido la escasez de divisas para financiar un desarrollo sostenido. Desde la crisis económica de 1952 en tiempos de Perón hasta el presente, prácticamente todos los gobiernos civiles y militares han sufrido crisis por la caída de las reservas internacionales. Estas crisis tenían su origen en la existencia de un verdadero círculo vicioso de déficits fiscales, emisión espuria, endeudamiento externo y colapso de las reservas, que ha sido la sombra que sepultó durante décadas el desarrollo de los recursos naturales y humanos del país.
Hoy, por primera vez desde las décadas previas a la crisis del 30, surge la posibilidad de enfrentar la acuciante falta de reservas. En un horizonte de pocos años el campo no será la principal fuente de divisas: las inversiones anunciadas en materia de petróleo, gas y minería aportarán las divisas necesarias para financiar un desarrollo sostenido del país.
Sin embargo, para que esas inversiones se traduzcan en exportaciones faltan varios años, mientras que los vencimientos de deuda se acumulan desde los próximos meses. Pues bien, aquí es donde el respaldo del tesoro de Estados Unidos debería jugar un rol clave, como garante de la Argentina, para que sea capaz de renovar sus vencimientos sin tener que afrontar pagos de capital, hasta que las cuantiosas inversiones anotadas en el RIGI produzcan sus resultados en divisas y el riesgo país se normalice de modo permanente en estándares internacionales. ¿Existe algún antecedente en nuestro pasado de un respaldo similar?
Quienes critican el respaldo de Estados Unidos seguramente utilizarían como ejemplo negativo la influencia que habría tenido Gran Bretaña en los asuntos económicos del país en el siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX. Como información preliminar, conviene recordar las estadísticas de crecimiento de ese extendido período.
Un informe de absoluta seriedad describe, computada una muestra de 56 naciones de los cinco continentes, que en el período 1870-1913, la Argentina fue el país con mayor crecimiento del PBI per cápita del mundo, con una tasa promedio del 2,5% anual. Este dato es aún más asombroso si se toma en cuenta que en el mismo período fuimos la nación que registró la mayor tasa de crecimiento de la población, con un porcentaje del 3,4% compuesto (Angus Madison, Statistics on World Population, GDP and Per Capita GDP). Según estos datos, en 1910, la Argentina ocupaba el octavo lugar en el mundo según el PBI per cápita y se hablaba del milagro argentino.
Contra lo que suelen repetir las opiniones que despotrican contra el “imperialismo” inglés sin detenerse a analizar la historia, Gran Bretaña no tuvo un rol activo como Estado en el crecimiento de las inversiones británicas en el país. Afirma H. S. Ferns en su libro “Gran Bretaña y Argentina en el siglo XIX”, una obra indispensable para comprender el vínculo comercial que mantuvieron ambas naciones: “La relación fue principalmente entre hombres de negocios en un mundo de laiseez faire”. La realidad era que inversores privados británicos contribuían con su capital a financiar las grandes obras de ferrocarriles, puertos, saneamiento urbano, usinas eléctricas, etc. Sin esos ingentes capitales, que no estaban disponibles en la Argentina, el milagro del “granero del mundo” no hubiera existido. Dicho esto, se debe enfatizar que esos capitales venían al país por la confianza que despertaba en los inversores internacionales la conducta de nuestros gobiernos de la época en honrar los pagos de los empréstitos recibidos.
Esa relación comercial fue duramente puesta a prueba durante la crisis de la casa Baring Brothers en 1890. Una causa principal de la crisis fue el desenfreno de inversiones durante la presidencia de Juárez Celman (1886-1890), en proyectos de escasa viabilidad o baja rentabilidad, cuyo colapso llevó a la imposibilidad de hacer frente a los compromisos contraídos. Estos incumplimientos amenazaban a los grandes bancos pero también a miles de pequeños inversores británicos. Solo en ese momento Gran Bretaña se decidió a intervenir como Estado. Escribe H. S. Ferns: “Cuando por fin el gobierno británico se sintió obligado a prestar ayuda a los inversores británicos en la Argentina, no lo hizo enviando una fuerza expedicionaria al Río de la Plata sino respaldando al Banco de Inglaterra que a su vez respaldó a los bancos privados y por acciones que a su vez respaldaron a la firma Baring Brothers”. En abreviatura, el Banco de Inglaterra encabezó un consorcio para otorgar un auxilio financiero a la Argentina con el fin de superar su crisis transitoria de liquidez. Las medidas adoptadas por el presidente Pellegrini, quien sucedió a Juárez Celman luego de la revolución de 1890, y el respaldo de la primera potencia del mundo permitieron superar la grave crisis financiera del 90 y retomar el camino de crecimiento, porque el potencial argentino estaba intacto.
Salvando las innegables diferencias con la situación actual, el respaldo económico de Estados Unidos representa la posibilidad de contar con la primera potencia de nuestra época para subsanar nuestra escasez de reservas y comprar de este modo el tiempo necesario hasta que las cuantiosas inversiones aprobadas en el RIGI sean una realidad. De más está decir que ese respaldo será inútil si los políticos de las fuerzas opositoras no entienden el rol estratégico que puede cumplir Estados Unidos y se dedican a ver fantasmas contra nuestra soberanía y otras consignas propias de una fraseología anacrónica. El respaldo de Estados Unidos nos brinda el paraguas de confianza que los argentinos dilapidamos con nuestro triste récord de defaults.
Cuando México enfrentó la profunda crisis del Tequila a fines de 1994, Estados Unidos anunció un cuantioso paquete de ayuda: el solo anuncio bastó para que los mercados se calmaran. Del mismo modo, los estrictos indicadores macroeconómicos que se comprometió a cumplir España para ingresar a la Unión Europea en 1986 no fueron vistos por los españoles como una imposición sino como la llave para acceder a un largo período de crecimiento respaldado por la comunidad europea.
La posibilidad de que el respaldo de Estados Unidos se mantenga en el mediano plazo dependerá principalmente del modo en que la política argentina interprete ese respaldo como un recurso temporario para salir de la inestabilidad cambiaria de décadas y comprar el tiempo indispensable para que las exportaciones del país crezcan de modo exponencial.