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Babe, el chanchito valiente: la fascinación de Kubrick, la “bendición jurásica” y el choque de egos que casi lo arruina todo

En noviembre de 1984, George Miller puso punto final a la distópica Mad Max III: Más allá de la Cúpula del Trueno. Después de largos meses de arduo trabajo, el creador de la exitosa saga posta...

En noviembre de 1984, George Miller puso punto final a la distópica Mad Max III: Más allá de la Cúpula del Trueno. Después de largos meses de arduo trabajo, el creador de la exitosa saga postapocalíptica abordó el avión que lo llevaría de Australia a Londres, harto de dos cuestiones: convivir con los egos de Mel Gibson y Tina Turner, y lidiar con los malos humores que generaba la piara de cerdos que los acompañó durante las jornadas de exteriores en el sur australiano. Los cerdos fueron necesarios porque, dentro de la trama, la refinería subterránea en donde debía infiltrarse el protagonista, se dedicaba a generar gas metano a partir del estiércol porcino; y fuera de la ficción, la mayor parte del equipo técnico se alimentaba a diario con la carne de esos mismos animales.

Sin poder dormir a causa del jet lag, Miller ocupó su tiempo de vuelo escuchando la radio. “Me llamó la atención un crítico literario hablando sobre libros infantiles -recordó años después-. Se reía sin parar y no dejaba de recomendar el cuento de ese cerdito que buscaba convertirse en el mejor perro ovejero de la granja. Y aunque yo no quería saber más nada con los cerdos, era tan auténtica y contagiosa la fascinación que mostraba ese hombre que, en cuanto salí del aeropuerto, fui a una librería y me compré el libro. Esa noche, lo leí de un tirón y quedé encantado. Era, realmente, una historia fabulosa”, recordó el director.

La historia en cuestión era The Sheep-Pig, novela del británico Dick King-Smith publicada en el Reino Unido en noviembre de 1983. Ambientada en una granja ovejera del bucólico entorno rural inglés, seguía los pasos de un pequeño chanchito que respondía al nombre de Babe. Sin saber que estaba siendo engordado para servir de cena navideña, Babe pasaba el tiempo haciéndose amigo de las ovejas y aprendiendo a guiar al rebaño bajo la atenta mirada del perro pastor de la casa. Al final, no sólo evitaba ser comido, sino que demostraba sus verdaderas cualidades y alcanzaba su sueño en base al diálogo y la empatía que dispensaba hacia las otras razas animales. “Me quedó claro que era algo más que un cuento para hacer dormir a los chicos -declaró Miller-. Como alegoría moral emparentada con la Rebelión en la granja de George Orwell, cargaba una poderosa crítica al ejercicio autoritario del poder y a la organización jerárquica de la sociedad. Ahí adentro latía una película que necesitaba hacer”.

Esperando la revolución

Conseguir los derechos del libro no fue un problema. Convencer a la gente de Warner Bros., sí. El mundo de The Sheep-Pig no era un entorno antropomórfico en donde los animales hablaban y se movían como humanos, sino un reflejo fabulado del mundo real en donde los animales se comportaban como animales y hablaban entre ellos, sin que los humanos pudieran entender lo que decían.

“La discusión giró alrededor del costo en efectos especiales para hacer hablar a los animales -aseguró Miller-. El estudio quería hacer una película de dibujos animados, lo cual hubiera sido un gran error. La historia de Babe requiere un ritmo gentil y pastoral, algo que se vería tonto y poco creíble en animación tradicional. Por eso yo quería hacerla en imagen real, en locaciones reales y con personas reales interactuando con animales reales. Lo único que teníamos que hacer era animar las bocas de los animales de manera hiperrealista”.

Algo impensado e imposible de lograr con la tecnología de la época. Razón por la cual un anónimo animador de Warner le sugirió a Miller que contactara a Stanley Kubrick, responsable por el salto cualitativo más importante en los efectos especiales del cine estadounidense con 2001: Una odisea del espacio (1968). En una era completamente analógica, Kubrick innovó el campo visual cinematográfico recurriendo a herramientas físicas provenientes de otras ramas industriales, desde maquetas arquitectónicas ultradetalladas hasta escenografías móviles, pasando por cámaras infrarrojas, lentes para satélites espaciales fabricados por la NASA y robots animatrónicos supervisados por IBM.

“Estaba fascinado con la idea de hacer hablar a un cerdito -contó Miller-. Durante un mes, hablamos cada noche por teléfono durante horas, sin encontrar solución práctica alguna. Pero me sugirió que empezara a pensar en las computadoras, ya que él estaba probando el prototipo de un programa de edición online que terminaría utilizando en Nacido para matar”.

Además, Kubrick le pasó el nombre de la única persona que, según él, iba a poder ayudarlo: Allen Daviau, director de fotografía de E.T. el extraterrestre. “Allen fue brutalmente honesto conmigo -aseguró Miller- Me dijo que en analógico no se podía hacer lo que yo quería hacer, que iba a tener que esperar a que su amigo trajera la revolución digital”. Ese amigo era Steven Spielberg.

Cerdo jurásico

Nueve años. La espera fue larga, pero Miller nunca abandonó el proyecto. Durante casi una década se dedicó a escribir y reescribir el guion con el actor y director Chris Noonan, y a buscar locaciones por las campiñas del sureste de Australia. Además, produjo series y miniseries para la TV australiana, y dirigió la comedia terrorífica Las brujas de Eastwick (1987), tanque hollywoodense protagonizado por Jack Nicholson, Cher, Susan Sarandon y Michelle Pfeiffer. En junio de 1993, cuando Spielberg estrenó Jurassic Park, supo que el momento tan esperado había llegado al fin.

Enojado con Warner, llevó la propuesta a Universal Pictures, productora del film que reinstaló la fiebre mundial por el cine de dinosaurios. “De no ser por lo que Steven hizo con Jurassic Park, la gente de Universal no se hubiera mostrado interesada en Babe”, aseguró Miller. Y gracias a los programas de animación computada desarrollados por la Industrial Light & Magic de George Lucas, hacer hablar a los animales ya no sólo era posible, sino (relativamente) económico.

Elegidos los escenarios reales de Nueva Gales del Sur, el elenco protagónico quedó definido con James Cromwell y Magda Szubanski como los Hoggett, pareja de granjeros a cargo del chanchito; y las voces de Christine Cavanagh (Babe), Danny Mann (pato Fernando), Miriam Margolyes (perra Fly), Hugo Weaving (perro pastor Rex), Miriam Flynn (oveja Maa), Russi Taylor (gata Duquesa) y Roscoe Lee Browne (narrador). Como en el libro original, Babe era un lechoncito de la raza Large White, con cuerpo blanco y uniforme, orejas tiesas, patas largas y un aspecto amigable y rústico. “Utilizamos cuarenta y seis cerditos amaestrados para el rodaje -recordó Miller-. En realidad, cerditas. Porque los estudios no querían que se vieran los testículos de los machos”.

Para resolver tomas específicas y complejas, el estudio de Jim Henson (creador de los Muppets) construyó una manada de animales animatrónicos, capaces de interactuar con humanos y con los más de 500 ejemplares de perros, gatos, ovejas, caballos, vacas, patos y roedores que poblaron el set durante los cinco meses de rodaje al aire libre. “Por lo general, como los animales crecían muy rápido, teníamos que cambiarlos cada dos semanas para mantener la continuidad del relato -reveló Miller-. La logística fue un caos, pero todo salió tal como lo habíamos pensado”. Bueno, no todo.

Rebelión en la granja

A punto de empezar a filmar, Miller recibió un mazazo. Warner le prohibía dirigir la película, a causa de un contrato previo que había firmado para hacerse cargo de Contacto, film de ciencia ficción protagonizado por Jodie Foster y basado en la novela homónima de Carl Sagan. En medio del proceso, Warner despediría a Miller y le encargaría ese trabajo a Robert Zemeckis, pero en ese momento histórico, el australiano tuvo que delegar el mando en Chris Noonan y recluirse en los roles de guionista y productor de Babe...

El choque de egos fue brutal, y casi se carga por completo al largometraje. “Chris quiso cambiar lo acordado y forzar una visión naturalista, pero esta no era una película naturalista -reconoció Miller-. Era una fábula y tenía que verse como una fábula”. La convivencia fue imposible. Los actores intentaron renunciar, los técnicos amenazaron con retirar su colaboración y Miller llegó a echar a Noonan del set, disconforme con lo que estaba haciendo. “Era imposible trabajar con alguien que todo el tiempo te decía que estabas haciendo todo mal”, confió Noonan, que consiguió el apoyo de Universal e impuso su posición.

La taquilla terminó dándole la razón. Babe, el chanchito valiente llegó a los cines el 3 de agosto de 1995 y se convirtió en un suceso global de crítica y público, recaudando cerca de diez veces su costo total. Y, según un estudio de la Universidad de Baltimore, tuvo un impacto decisivo sobre la conducta alimenticia del público infantil angloparlante que fue a verla. Más de la mitad de esa población dejó de comer cualquier tipo de carne, se hizo vegetariana y al crecer adoptó la cultura vegana. Y cerca del 80 por ciento, tomó consciencia bioética de los derechos de los animales y forzó cambios en los crueles procesos de faenamiento que realizaban los mataderos industriales.

Buscando capitalizar los resultados de esta lucha, Miller consiguió hacerse cargo por completo de Babe 2: el chanchito en la ciudad (Babe: Pig in the City), secuela estrenada en noviembre de 1998. Contra todos los pronósticos, la película fue un rotundo y costoso fracaso. Principalmente, por el tono bizarro y depresivo de la trama, que no pudo salvar ni la rutilante presencia del legendario Mickey Rooney. Y segundo, por lo innecesario de instalar a Babe en una urbe fantástica emparentable a la alienante Metrópolis de Fritz Lang, plagada de consumos problemáticos, asesinatos y linchamientos públicos. Todo esto, sumado a las incomprensibles escenas de acción a la Mad Max, lograron hundir la franquicia. “Creo que no hay que repetir lo que ya se hizo, aunque arriesgar pueda tener consecuencias no deseadas -confió Miller-. Tenía una tercera parte en mi cabeza, y todavía sigue ahí”

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/cine/babe-el-chanchito-valiente-la-fascinacion-de-kubrick-la-bendicion-jurasica-y-el-choque-de-egos-que-nid28102025/

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